martes, 5 de febrero de 2013

1000 Días parte sexta. Fin del camino.




Lo peor todavía estaba por llegar, cuando todo empezó a vibrar y a sonar como la peor tormenta que te puedas imaginar, la arena se convirtió en piedras, las ramas en árboles y los escombros en montañas, los vehículos sobrevolaban el horizonte como si de perdigones se tratase y el ya de por sí oscuro pasadizo en el que me encontraba se cubrió rápidamente de polvo y cascotes de cemento que comenzaban a caer de la estructura que hasta ahora parecía ser mi cobijo, pero que por el sonido que estaba emitiendo en eses instantes advertía que no lo sería por mucho más tiempo. La madriguera que me protegió de una muerte instantánea tal vez estuviese pensando en una tragedia mucho más grotesca y retorcida, pero ¿qué puedes hacer cuando las opciones son malas o todavía peores? El cascarón de metal azotado en todas direcciones por cascotes de 1000 tamaños parecía ser el lugar más seguro en kilómetros a la redonda, y mi única opción. Además, la incredulidad, estupefacción y sobre todo pánico que aquella sobrecogedora escena me transmitía, consiguió paralizar hasta el último y agarrotado nervio de mi cuerpo.
Contemplé aquella maravillosa escena de una manera diferente, con la tranquilidad de un sueño, sin distracción, sin sobresaltos, la violencia se volvió dulce y el infierno, apacible, me acarició mirándome a los ojos mientras parte de aquel puente cayó sobre mi coche haciendo que se elevase en el aire con una facilidad pasmosa, que terminó sacudiéndome contra el suelo, y ahora, con los bajos de mi preciado Ford sobre la cabeza escuché el chaparrón que me caía encima mientras tratando de respirar me daba cuenta de que era el fin, de que estaba solo en esa pequeña isla, sin los míos, atrapado, sin salida… lo último que escuché fue el sonido de los hierros de mi coche retorciéndose contra mi cuerpo…..  

miércoles, 23 de enero de 2013

1000 Días, parte quinta, El comienzo




Tenía la idea preconcebida de que el fin del mundo, el apocalipsis, la guerra, accidente o lo que demonios haya ocurrido tendría una historia que contar, una trama, pero la realidad, como muchas otras cosas en la vida, dista mucho de lo que vemos en los medios o nos pretenden  vender. La razón de que hoy pueda contar lo que un día comenzó a ser mi historia fue un tema de suerte, una casualidad, ni más ni menos…Un instante en el lugar idóneo separa el comienzo o el fin de lo que algunos creyentes llaman  destino, yo, y menos ahora, creo que exista nadie se haya parado a escoger quien será el elegido; la  casualidad es suficientemente autónoma como para realizar ese proceso de selección. En mi caso bastó con pasar bajo un puente en un desnivel en ese preciso momento para contemplar por un instante aquello que cambió el mundo…
… en un segundo se hizo la calma, un silencio sepulcral con un pitido dulce que oscilaba en aquella atmosfera, atmosfera que pareció detenerse en el tiempo, o quizás se detuvo… una luz hizo cesar el sonido y tiñó toda la escena de un blanco tan brillante que lo podías sentir presionándote el pecho y, como si me encontrase en el ojo del huracán se hizo la calma previa al espectáculo que sobrevino a esa escena…todavía con el pedal de freno pisado sobre los bajos de mi coche y este deslizándose sobre el asfalto, escuché como una bocina con un timbre metálico se hacía dueña del aire que atravesaba y dejó bien claro lo poderoso que le vendría detrás, al fondo del puente, a la par que recuperaba la visión, una corriente de arena y polvo se mezclaba con ramas y escombros que como cuchillos cruzaban de un lado al otro …

miércoles, 2 de enero de 2013

1000 Días parte cuatro, Alerta



Lo siguiente que ocurrió creo  que no se lo esperaba ninguno de los allí presentes…

...Yo el primero, porque pese al recibimiento “porta gayola” que le acababa de brindar, inexplicablemente erró el golpe, de manera que la inexorable energía cinética hizo el resto, abalanzándose sobre mí y haciéndome caer hacia atrás sobre un bote de Pringles de los pequeños, que paradójicamente me produjo un dolor inversamente proporcional a su tamaño…con una lágrima cayendo por mi mejilla me volví a centrar en la pelea, estaba tumbado con este tipo encima intentando no recibir ningún golpe, de hecho le tenía las muñecas agarradas con mis manos, así que nos vimos inmersos en un cúmulo de gruñidos e “intentos de”… pero nada más lejos de la realidad… por un instante me imaginé semejante escena vista por una tercera persona y, por supuesto, era patética, llevaríamos treinta segundos enzarzados (aunque a mí me parecieron tres vidas…) y ni un solo golpe…lamentable...aprovechando una pequeña bajada de guardia de mi oponente utilicé las pocas fuerzas que me quedaban para dar una patada en el suelo y cambiar las tornas poniéndome encima, esta vez yo fui más listo, aprovechando mi ventaja posicional y con el majestuoso poder de la gravedad unido a un espasmo al estilo “estornudo” le propiné un cabezazo con el último aliento que me quedaba, me dio tiempo incluso a bautizar el  golpe de camino, “El Enmudecedor” le llamé, y tanto, porque ya no se habló más, se hizo un silencio en aquel inmenso hangar mientras su cabeza caía hacia abajo, curiosamente y atendiendo a unas reglas físicas dignas de un universo paralelo y contrapuesto, sus dos dientes incisivos superiores, o comúnmente denominados “paletas” salieron proyectados de su boca adquiriendo una trayectoria inverosímil, aunque muy digna, ya está ¡¡ lo había convertido de un plumazo en la versión invertida del ratoncito Pérez, Magia ¡! … Ya volviendo a la realidad, me había soltado de él echándome hacia atrás con un gesto involuntario a causa del impacto, y mientras me echaba las manos a la cara por el dolor noté como ya comenzaba a emanar un chorro de sangre que corría por la cara, es curioso, por que en ese momento la noté fría, aunque  era de esperar, me estaba latiendo toda la cara a causa del golpe, dolía bastante y se me había nublado la vista, me volvió a centrar en la situación los ruidos que hizo mi contrincante, y en un esfuerzo por recuperar la visión nublada atisbé como se alejaba corriendo malamente y con las manos en la boca, se me pasó por alto recordarle que dejaba allí algo suyo… pero por fin suspiré alentado de que se hubiera marchado, mientras, me encontraba de rodillas en aquel pasillo, respirando y sangrando…
Me levanté como buenamente pude, cogí unas gasas, unos pañuelos y Betadine, fui a recoger mi katana mientras recordaba el valor de ese tipo cuando atacó a una persona que llevaba una espada…. estaba loco…..posiblemente sí que lo estuviera, si no no me lo explico.
Ahora ya sé que hay más gente por ahí y que no tienen por qué ser amigables,  debo de tener más cuidado de ahora en adelante….