Tenía la idea preconcebida
de que el fin del mundo, el apocalipsis, la guerra, accidente o lo que demonios
haya ocurrido tendría una historia que contar, una trama, pero la realidad,
como muchas otras cosas en la vida, dista mucho de lo que vemos en los medios o
nos pretenden vender. La razón de que
hoy pueda contar lo que un día comenzó a ser mi historia fue un tema de suerte,
una casualidad, ni más ni menos…Un instante en el lugar idóneo separa el
comienzo o el fin de lo que algunos creyentes llaman destino, yo, y menos ahora, creo que exista nadie
se haya parado a escoger quien será el elegido; la casualidad es suficientemente autónoma como
para realizar ese proceso de selección. En mi caso bastó con pasar bajo un
puente en un desnivel en ese preciso momento para contemplar por un instante
aquello que cambió el mundo…
… en un
segundo se hizo la calma, un silencio sepulcral con un pitido dulce que
oscilaba en aquella atmosfera, atmosfera que pareció detenerse en el tiempo, o
quizás se detuvo… una luz hizo cesar el sonido y tiñó
toda la escena de un blanco tan brillante que lo podías sentir presionándote el
pecho y, como si me encontrase en el ojo del huracán se hizo la calma previa al
espectáculo que sobrevino a esa escena…todavía con el pedal de freno pisado
sobre los bajos de mi coche y este deslizándose sobre el asfalto, escuché como
una bocina con un timbre metálico se hacía dueña del aire que atravesaba y dejó
bien claro lo poderoso que le vendría detrás, al fondo del puente, a la par que
recuperaba la visión, una corriente de arena y polvo se mezclaba con ramas y
escombros que como cuchillos cruzaban de un lado al otro …